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    Imagen Corporativa para la Microempresa

     

     
       
    Eric Skoglund
    Diseñador gráfico docente, investigador
    profesional especialista en Imagen corporativa.
     
       

     

    Hoy es necesario voltear la mirada a la imagen corporativa adaptada a las microempresas, tanto en su metodología de desarrollo como en la propia gestión.


    La imagen en la actualidad es parte integral de nuestras vidas, se encuentra en todo lo que nos rodea, no solo en los ámbitos comerciales o de negocios, sino en cada estrato de nuestra existencia. En lo comercial los mensajes publicitarios nos bombardean continuamente a través de la gran cantidad de medios de comunicación que día a día se diversifican, usufructuando los avances en tecnología.


    Las micros y pequeñas empresas, antaño segregadas de toda práctica en el campo de la imagen, de un momento a otro, por causa de la globalización, se enfrentan a un panorama de competencia que ya no solo abarca los universos locales y regionales. Sin embargo, y a raíz de este repentino cambio, los dueños de microempresas han quedado a la deriva frente a un amplio abanico de proveedores y servicios de imagen que, ciertamente, son ajenos a su realidad cotidiana. Si bien muchos microempresarios comprenden que hoy en día el desarrollo de una identidad corporativa es esencial para la proyección posterior de una imagen determinada a sus consumidores e inclusive al público en general, la realidad es que no existen servicios especializados para sus necesidades, que son distintas de las que puede tener una empresa de mayor alcance y dimensiones.


    Es necesario entonces establecer una metodología adecuada para las microempresas, buscando con ello concientizar, de un lado a los microempresarios sobre la importancia de desarrollar y gestionar adecuadamente la imagen en sus negocios, como a los especialistas para que podamos abordar los proyectos de este sector de forma más estratégica y eficiente. Desde luego que la tarea principal es adecuar la forma de intervención a este tipo de clientes, los cuales presentan cualidades y necesidades muy específicas en comparación con una empresa grande o incluso una mediana.


    La intervención en la identidad de un sujeto empresarial tiene como objeto la proyección consciente de una imagen a través de todos los recursos de comunicación con los que cuenta, pero también en los mensajes implícitos que transmite inconscientemente en sus actos y decisiones y que, por cierto, muchas veces pesan más que aquellos que la empresa planea como tales. El ser institucional debe verse a sí mismo como una entidad integral de comunicación, que en el ejercicio cotidiano de sus facultades, actividades y responsabilidades suscritas a su giro u ocupación, lleva implícita una dimensión comunicacional que impacta necesaria e ineludiblemente tanto a los públicos internos como a los externos.


     
       

    La intervención en la identidad de un sujeto empresarial tiene como objeto la proyección consciente de una imagen a través de todos los recursos de comunicación con los que cuenta, pero también en los mensajes implícitos que transmite inconscientemente en sus actos y decisiones y que, por cierto, muchas veces pesan más que aquellos que la empresa planea como tales. El ser institucional debe verse a sí mismo como una entidad integral de comunicación, que en el

     
     
       

    ejercicio cotidiano de sus facultades, actividades y responsabilidades suscritas a su giro u ocupación, lleva implícita una dimensión comunicacional que impacta necesaria e ineludiblemente tanto a los públicos internos como a los externos.

     

    La imagen se moldea en los sujetos que perciben el ser institucional; la identidad gráfica se convierte entonces en depositaria de la experiencia real del sujeto en cuestión. En ella se vierte la realidad operativa de la empresa, de modo que el sujeto liga permanentemente sus experiencias en la interacción con la empresa a su identidad gráfica, y cada vez que la contempla, a su mente vuelven los recuerdos vívidos de cada una de esas experiencias, sean afortunadas o desafortunadas por igual. Cuando los sujetos institucionales comprenden la importancia de la identidad visual, entienden también que la imagen no sucede solo en torno a un logo y sus diversas aplicaciones, sino que verdaderamente todo ello se liga a la otra cara de la imagen, que no es otra cosa que la propia realidad de la empresa o de la marca. La imagen no es solo una herramienta de la empresa, sino parte integral de su propia realidad cotidiana.


    Desde luego la dimensión y el giro de la empresa son factores completamente ajenos al hecho mismo de la comunicación, por ello las Pymes no deben calificarse como marginales a esta dimensión de su realidad operativa. Es imprescindible insistir en que la imagen corporativa no es un hecho que se limite a la factura de un logo o un repertorio más o menos amplio de aplicaciones, pues en semejante concepción se deja de lado la verdadera dimensión integral que la comporta. Gestionarla no es tarea sencilla, requiere de una estrategia bien desarrollada y por supuesto, implementada y supervisada durante su misma aplicación. Pero ciertamente no porque la tarea se antoje complicada para el microempresario, se debe claudicar. México es una nación que está compuesta por más unidades microempresariales que por grandes empresas transnacionales. Estas microempresas cada vez con más frecuencia se integran a través de la red a un mercado global inmensamente competitivo, el cual demanda la implementación de estrategias de imagen y comunicación de primer mundo; y cuando digo «primer mundo» me refiero a empresas de otros países desarrollados que manejan cotidianamente programas integrales de imagen y comunicación, y que lo hacen allende de su giro, alcance y dimensiones. Es todo un desafío, pero es una realidad que ya no se puede ni se debe desestimar.


    La evolución de los universos de la imagen, la comunicación, la publicidad y las relaciones públicas entre otros, son hechos que demandan una mayor calidad en los procesos por los cuales se desarrollan herramientas comunicacionales. Ya no se trata de ser hacer publicidad espectacular, por ejemplo, ni siquiera muchas veces se trata de ser el primero o el único en la mente del consumidor. Más bien de ocupar una posición bien diferenciada, de cubrir de forma precisa necesidades o deseos de un mercado específico. La imagen es la llave para sostener esa posición, la clave está en su correcta creación y su adecuada gestión. La microempresa es parte también del mercado y se desarrolla hombro a hombro en los universos comercial e industrial, tanto con otras microempresas como también con los grandes corporativos globales, compitiendo en tanto por sostener el posicionamiento en la mente del consumidor.


    Editado por Mario Balcázar, Docente Diseñador Grafico especialista en diseño editorial

     
     
       

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    Los Derechos de Autor También son un Derecho Humano

     

       
       

    Por estos días que el tema de los derechos de autor y la legislación sobre la misma anda tan de moda, es importante saber qué terrenos estamos abordando y de qué es realmente lo que estamos hablando. Con los derechos de autor pasa algo así como lo que ocurre con algunas autoridades del país, mucha gente al ver que se le acerca un policía o un miembro de la fuerza pública en lugar de experimentar seguridad y confianza sienten que van a generar algún tipo de problema por algo y se instala un manto de rechazo hacia ellos. Los derechos de autor son un derecho humano consignado en la declaración universal de los derechos humanos y que, en sus principios, busca proteger y salvaguardar las obras realizadas con mucho o poco esfuerzo por artistas y seres humanos en general. Lo que nos atañe en esta ocasión es despejar algunas dudas sobre su aplicación en el tema audiovisual en Colombia y sobre todo cómo cobija, exige o protege obras de los sistemas comunitarios de televisión.

     

    En primer lugar debemos saber y entender muy bien qué es una obra audiovisual y a qué se le llama productor audiovisual. La decisión andina 351 de 1993 en su artículo 3 define la obra audiovisual como: “toda creación expresada mediante una serie de imágenes asociadas con o sin sonorización incorporada, que esté esencialmente destinada a ser mostrada a través de aparatos de proyección o cualquier otro medio de comunicación de imagen y de sonido independientemente del soporte del material que la contiene”. La legislación considera la obra audiovisual como una obra original que goza de la protección de las normas relativas al derecho de autor. El productor audiovisual es la persona natural o jurídica responsable de la realización de la obra a quien la ley le ha conferido ser el titular de los derechos de contenido patrimonial o económico que se generan con la utilización de las mismas, lo cual implica que es el único que autoriza o prohíbe el uso de las obras bajo cualquier modalidad o medio.

     

    Los derechos de autor son una herramienta que se debe entender de la mejor manera por las personas que viven, ofrecen, y producen televisión en nuestro país; no se puede mirar como una amenaza ni impulsar una cultura del vivo y del “coma callado”, pues reproducir, copiar y/o piratear cualquier forma audiovisual o cinematográfica a través de sus canales de cable sin tener la autorización (o no haber pagado por ella) es lo mismo que si utilizaran su nombre para realizar transacciones a sus espaldas. De otro lado, es un delito contemplado por el código penal con hasta 8 años de cárcel. No podemos confundir la democracia audiovisual y el derecho a la información con la informalidad y el uso indiscriminado de imágenes sin permiso del dueño de las mismas.

     

    El camino debe ser la profesionalización de la imagen con responsabilidad desde sus mismos canales, para ello hoy se cuenta con la tecnología que avanza a pasos agigantados y las posibilidades de hacer televisión y obras audiovisuales de calidad, con excelente formato y mejores costos es mucho mayor que hace unos años. De parte de cada uno de los realizadores de los canales debería haber un conocimiento amplio de lo que los derechos de autor pueden hacer en favor de lo que crean a diario, la forma de defender las obras que emiten, realizan y se esfuerzan por contar y que otros no cuentan. Pero, ¿desde cuándo se protegen los derechos de autor de una obra?  Los derechos de autor nacen desde el momento de la creación de la obra, es decir, desde que se expresa la idea del autor. A esto se le llama principio de protección automática: en cuanto existe la obra, existe la protección, aún si la obra no ha sido publicada. Para que exista obra no basta con la mera idea, sino que ella debe ser exteriorizada.

     

     

    En consecuencia, no es necesario cumplir con requisitos formales de ninguna clase para que se proteja una obra. No es necesario registrar la obra, ni solicitar autorización alguna, ni agregar el símbolo de copyright, ni tener ISBN o ISSN para que la obra tenga protección legal. Dichos requisitos no condicionan la protección de la obra, sino que cumplen ciertos fines prácticos distintos. Lo que sí se requiere es la expresión original de esa idea del autor, es decir, plasmar el texto sobre el papel o en el computador, tomar la fotografía, pintar el cuadro, etc.

     

    Muchas personas preguntan en ocasiones sobre la posibilidad de utilizar para enriquecer sus parrillas películas de Chaplin, mexicanas o lo que en el argot popular se denomina cine clásico. Para que esto sea posible se debe tener en cuenta que los derechos patrimoniales de autor tienen carácter temporal, fijado por la ley, puesto que su objetivo es recompensar económicamente a los autores por el acto creativo, incentivándolos así para seguir creando obras. La regla general a nivel internacional es que la protección se extienda por toda la vida del autor y hasta 50 años contados desde su muerte. Varios países contemplan plazos distintos. En Colombia es toda la vida del autor más 80 años desde su muerte (o 50 años si el titular de la obra es una persona jurídica). Una vez vencido el plazo, la obra pasa a ser parte del dominio público.

     

    En cuanto a los llamados derechos morales de autor, no existe acuerdo acerca de la duración a nivel internacional. En algunos países se extienden sólo por la vida del autor, en otros por tiempo igual al de los derechos patrimoniales, incluso en algunos países se trata de derechos perpetuos, aun cuando sólo ciertas personas pueden reclamarlos.

     

    Acabamos de hablar de derechos patrimoniales, ¿qué significa esto?
    Los derechos patrimoniales son aquellos que tienen por objeto el provecho económico por el autor mediante la explotación de la obra. El autor puede hacer cualquiera de tales usos personalmente o ceder tales derechos para que los ejerza otra persona o institución. Si una persona distinta de ellos pretende hacer cualquiera de esos usos con la obra protegida, es necesario que exista una autorización expresa del autor (o titular de derechos sobre la obra) o de la ley, como sucede con las denominadas excepciones y limitaciones al derecho de autor. También existen los derechos morales que son el segundo conjunto de facultades que otorga el derecho de autor.

     

    En contraste con los derechos patrimoniales, la categoría de derechos morales relaciona al autor con la obra que ha creado, pero no desde el punto de vista de la explotación económica, sino de una conexión espiritual e ideológica con el producto de su esfuerzo intelectual y material, los derechos morales no pueden cederse, donarse ni venderse por actos entre personas vivas. Por la propia naturaleza de estos derechos morales, es que ellos son inalienables (no es posible cederlos ni venderlos), inembargables (no pueden ser sujetos de medidas de apremio legal) e irrenunciables. Tanto es así que cualquier acuerdo contrario es nulo. Estos derechos pueden ser transferibles a su cónyuge sobreviviente y en general a sus descendientes.

     

    Es importante informarse con claridad e interés sobre el tema de derechos de autor, debe entenderse como un boomerang positivo que busca el crecimiento de la legalidad y de la sana competencia, la importancia de la unión de un gremio de televisión como lo es el de la tv comunitaria, para recibir esta información es crucial buscar escenarios de exhibición de sus obras “únicas” y que, en ocasiones, son subvaloradas hasta por los mismos realizadores.

    Imágenes de montañas, ríos, caminos, personas inéditas que ayudan a su comunidades a crecer merecen ser protegidas y expuestas en cualquier otro país que no conoce la realidad sino a través de los ojos de lo privado (Caracol y RCN). Acogerse y utilizar para sí la protección para sus imágenes también es el camino…

     
       
       

    ACTUALIDAD

     
       

    Explorando Lugares Comunes

       
    Jorge Puche
    Director programación y Contenidos Canal ZOOM
     
       

     

    Para quienes programamos televisión desde cualquier línea editorial es claro que la cobertura de nuestro contenido a través de los sistemas de televisión paga determina la oportunidad que tenemos para llegar a más televidentes y la de éstos para seguirnos; sin embargo, sistemas con enormes cantidades de canales y con políticas de organización estrictamente comerciales, restan importancia a verdaderas alternativas de entretenimiento y formación que se gestan desde algunos medios televisivos con modelos de producción innovadores.

     

    Para quienes programamos televisión desde cualquier línea editorial es claro que la cobertura de nuestro contenido a través de los sistemas de televisión paga determina la oportunidad que tenemos para llegar a más televidentes y la de éstos para seguirnos; sin embargo, sistemas con enormes cantidades de canales y con políticas de organización estrictamente comerciales, restan importancia a verdaderas alternativas de entretenimiento y formación que se gestan desde algunos medios televisivos con modelos de producción innovadores.

     


    Si bien a los canales colombianos nos asiste el derecho de encabezar las listas de los sistemas de televisión paga, para el televidente no creo que sea estrictamente necesario encontrarnos allí pues éste va en busca del contenido que ofrecemos siempre y cuando seamos atractivos para él; ese propósito nuestro como medios (el ser atractivos) cuenta con una aliado de excepcional importancia en los sistemas de televisión comunitaria puesto que son cercanos a su comunidad de impacto, posibilitan el acceso a nuestros medios en lugares privilegiados dentro de sus listas de canales y son espacio para la conversación de actores sociales con las comunidades partiendo de sus expectativas.

     

      Para un canal de televisión el ser atractivo representa un gran reto, mayor aún para quienes hacemos la televisión educativa y cultural colombiana pues a partir de la búsqueda por la estética atractiva se crean imaginarios sobre lo que es entretenido, formador o cultural para el televidente. Particularmente encuentro el entretenimiento como concepto generalista, bastante retador para quienes programamos parrillas de televisión.

     

    Para ser competitivos estamos obligados a serlo con destino a una audiencia que nos ve desde su postura personal: sus expectativas y aspiraciones, lo que sabe o quiere saber y sus vivencias cotidianas, entre otros factores individuales que marcan su gusto o disgusto por lo que ofrecemos. Para conocer a nuestro televidente tenemos la necesidad de acercarlo a nosotros, pues si la búsqueda estratégica de nuestros medios es el entretenimiento, probablemente no nos alcance la vida profesional para encontrarlo si permanecemos distantes de él; por eso, urge concentrar la búsqueda en la construcción de sentido a partir de los rasgos editoriales que nos identifican y que además, nos hacen afines con la televisión comunitaria, espacio para la conversación y la expresión del ser en su espacio vivencial.

     

    Más que temas, la formación y la cultura son objeto de formas mediáticas palpables con fuerza en la producción de televisión comunitaria, verdaderas alternativas de entretenimiento a partir de lo que es cercano para el televidente. Son los argumentos de la televisión con sentido, lo que los convierte en televisión pública incluyente y con espíritu de participación.

     

     

    Los barrios en las ciudades y municipios colombianos, su gente, sus dinámicas, sus necesidades y expectativas hacen de la televisión comunitaria una herramienta necesaria para la socialización del contenido que ofrecemos; a partir de esta oferta debemos estrechar lazos para que nuestro televidente se apropie de nuestros medios.

     

      Estrechando alianzas estratégicas con sistemas de televisión comunitaria buscamos unir esfuerzos para llevar a cabo actividades que nos permitan conocer las necesidades de los individuos en las comunidades con el fin de enriquecer nuestra estrategia de difusión y además, buscamos sumar ventana en la labor de visibilización de las expectativas de los comunitarios y su audiencia.

     

    Una alianza Canal - operadores de televisión comunitaria, debería contemplar no solo acciones de publicación de contenido, también la creación de éste sujeto a las expectativas de nuestra audiencia común, partiendo de experiencias mediáticas individuales y  análisis conjuntos de iniciativas; además, debería ser posible explorar gestión compartida de recursos para coproducción, entre otras acciones que le apunten al cumplimiento de objetivos comunes. Tal vez, juntos alcancemos un nivel de conversación con nuestra audiencia que genere apropiación y reconocimiento en la mente de nuestro televidente.

     

    Debemos proponernos una conversación con nuestra audiencia para la construcción de lo social a partir de la unión de esfuerzos y la puesta en marcha de acciones que apunten a una dirección estratégica común que seguramente garantizará la supervivencia y desarrollo de nuestros negocios. Son muchas y diversas las alternativas de contenido para el televidente y diversas las oportunidades que se generan en la interacción diaria entre quienes hacemos la TV y quienes la distribuyen, es hora de sentarnos a dialogar.